Viajar nos hace más felices, está científicamente comprobado 🙂
La felicidad incide de manera positiva en nuestra salud física y mental, ya que las mismas van de la mano. ¿Por qué sucede esto? Aquí les cuento algunas razones que yo misma he experimentado:

Viajar aumenta nuestra autoestima

Estando siempre en tu zona de confort, no conocerás tus propios límites o hasta dónde puedes llegar.
Simplemente te conformarás con lo que sabes hacer, porque es lo que conoces y a lo que estás acostumbrado.
Un viaje, amplia nuestras perspectivas y nos enfrenta cada día a nuevos desafíos y problemas a resolver. Una vez que podemos con ellos, nuestra autoestima y confianza aumenta, nos sentimos más seguros y fortalecidos. Recuerda que en gran parte de los casos, los límites vienen de nosotros mismos, siempre podemos más de lo que creemos, un viaje es la mejor forma de comprobarlo 😉

El estrés disminuye considerablemente

Cuando estamos lejos, tendemos a ver nuestros problemas desde otra perspectiva. La rutina queda atrás y nuestras energías están puestas en la ruta, en el presente y en todo lo nuevo que hay por descubrir. Pueden surgir situaciones novedosas que debas resolver y si bien pueden generar cierto nivel de estrés o cansancio, es mejor tomarlas como desafíos para crecer y seguir adelante.
Verás que al volver a casa, habrás aprendido a dar a los problemas la importancia que merecen 😉

Te vuelves más flexible y tolerante

Viajar, es el mejor de los ejercicios para poner en práctica la tolerancia y la flexibilidad ante lo nuevo. Mientras nos encontramos dentro de nuestra zona de confort, sentimos que nada se nos escapa y que todo lo tenemos bajo control.
Salirnos cada tanto de ella, permite que nuestro cerebro capte y se acostumbre a nuevas situaciones y tenga que dar nuevas respuestas, ampliando nuestras perspectivas, formas de comunicarnos, movernos y de ver y comprender el mundo que nos rodea.
Y también ¿por qué no? Empezamos a comprendernos más a nosotros mismos.

Aprendes a quejarte menos y agradecer más

Conocer otras culturas, otras situaciones de vida y tener la posibilidad de estar en contacto con gente nueva todos los días, es un motivo para estar agradecido a la vida. Poder viajar nos hace afortunados, nos llena de felicidad, de recuerdos y de experiencias que quedarán en nosotros para toda la vida. Durante un viaje, prueba dejar de lado la queja, centrarte en el presente y dar gracias por poder estar donde estás. Los pensamientos positivos nos nutren de una energía única y tanto nuestro cuerpo como nuestro cerebro, estarán agradecidos 🙂

Ayuda a tomar decisiones y cerrar ciclos

Muchas veces nos vemos encerrados y dando vueltas a un mismo problema sin poder ver la solución. La perspectiva que aporta un viaje, no permite estar lo suficientemente lúcidos para pensar las cosas de otra manera. Puede que regreses cansado, pero sin dudas lo harás con la energía suficiente para emprender ese nuevo proyecto, tener esa charla pendiente o empezar esa actividad que tanto se viene postergando.

Un viaje es una “ventana de oportunidades” para los cambios de todo tipo, no pierdas nunca el impulso de ir a por eso que crees que te hará feliz.

Aprendemos a vivir el momento

Cuando estamos de viaje, somos más propensos a dejarnos sorprender, todo es nuevo a nuestro alrededor.
Los cinco sentidos están alerta, nos concentramos en los olores, en el paisaje, en los sonidos y en las cosas hermosas que suceden a cada momento y muchas veces pasamos por alto.
Puede que no sepas si volverás a ese lugar, así que seguramente aprovecharás cada instante como si fuera el último. Esto nos vuelve más sensibles y perceptivos y si sigues aplicando esto en tu vida cotidiana, sin dudas re darás cuenta de lo maravillosas que pueden ser las cosas más simples que te rodean, un atardecer, el sonido del mar o poder observar una tormenta a través de tu ventana.

“No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada…No necesitas a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí afuera, sencillamente” Chris McCandless.